sábado, 12 de marzo de 2011

Conducta lingüística


    Para Kantor (1975), la conducta lingüística es un acto comunicativo en el que quien habla, escribe, gesticula o dibuja (referor o referidor, en castellano) interactúa con dos objetos de estímulo (OE) simultáneamente. Por ello, Kantor se refiere a una interacción biestimulacional. Uno de los OE con los que se interactúa corresponde a la persona a la que se le habla, el texto que se escribe, la persona a la que se le hace señas o la figura que se dibuja (referee o referido, en castellano) y el segundo OE es aquello de lo que se habla, escribe, gesticula o dibuja (referent o referente, en castellano).
¿Acaso el interconductismo no emplea demasiadas palabras nuevas para referirse a lo que es más sencillo designarlo con palabras comunes? Por ejemplo, ¿Para qué se emplean los términos de referidor, referido y referente, existiendo las palabras hablante, escucha y tema o contenido de lo que se habla? Recuérdese que una ventaja del lenguaje técnico, propio de una teoría o disciplina es altamente recomendable en tanto permite evitar confusiones. Imagine que una persona le dice a otra que él trabaja de vigía. Esto puede significar que vigila un estacionamiento de coches, que vigila si existe un incendio forestal, que cuida a los animales en el zoológico, que verifica el tránsito ferroviario o que cuida a los alumnos de la escuela. Al decir que trabaja como vigía, se está refiriendo a la función que desarrolla, no a las circunstancias particulares en que lo hace. Como se puede considerar, el término genérico abarca de manera implícita distintas situaciones. En forma semejante, emplear los términos referidor, referido y referente en este caso es conveniente pues se refiere a la función ya que, por ejemplo, el referidor no sólo puede hablar, sino también puede escribir o hacer señas. De igual forma, el referido no sólo puede escuchar sino también puede leer u observar. Aunque el contenido es lo que se refiere, éste puede constituirse mediante el habla oral, un texto o movimientos corporales. Una gran ventaja de nominarlos con un solo nombre (referidor, referido, referente) es que con ello se denota que siempre tienen la misma función en la interacción lingüística, independientemente del modo en que éste ocurra, esto es, hablar, leer, escribir, escuchar, observar, entre otros.          
En este momento, es importante dar respuesta a diversas preguntas que suelen hacerse ante las circunstancias que se definen enseguida y que se ordenan de acuerdo al acto de hablar, escribir, leer y escuchar.

 1. Hablarle a un objeto, como puede ser una planta

  Muchas personas creen que hablándole a una planta, ésta crece o se mantiene viva y en buen estado. Aparte de que ésta es sólo una creencia, no tiene sentido porque las plantas no poseen receptores especializados para el sonido. Además, había que preguntarse dónde y cómo aprendieron el idioma que su dueño habla. Debido a esto, es obvio que la planta no puede ser un interlocutor del lenguaje hablado. Cuando una persona le habla a una planta, no existe el referido (escucha), por lo cual, la conducta de quien habla no es un acto lingüístico para la planta, en todo caso, puede ser un acto lingüístico para el propio individuo que habla.



           Ahora bien, si la planta, que es un ser vivo, no es capaz de oír, mucho menos será posible que los objetos inertes, sin vida, puedan hacerlo. Hay personas que le hablan a su carro, a su almohada, a su reproductor de música, a su computadora, a su lavadora, a su escoba o a cualquier otro objeto que usan con frecuencia pero el hecho de hacerlo, no constituye un acto lingüístico entre el individuo y el objeto. Es, en todo caso, un acto lingüístico del sujeto que habla con él mismo (Ver caso 3).

2. Hablarle a un animal
Hablarle a una mascota (pez, pájaro, gato, perro, hámster, conejo, o cualquier otro animal) o a los animales de los zoológicos, para muchas personas es un acto lingüístico pues aseguran que su mascota, o el animal al que le hablan, entiende lo que se les dice e incluso, en muchas ocasiones, sus dueños afirman que su mascota percibe el estado emocional o se anticipa a lo que uno va a hacer, entendiendo las intenciones de su dueño.     
      
   A diferencia de las plantas, las mascotas sí poseen órganos receptores del sonido pero la existencia de estos órganos, no implica necesariamente que se pueda dar un acto lingüístico entre la persona y el animal. Una prueba sencilla de que los animales no entienden el lenguaje como tal y por tanto, no pueden ser interlocutores, puede hacerse si el dueño, en lugar de hablarle con las mismas palabras que siempre usa, emplea otras. Por ejemplo, un perro parece responder a la palabra pasear, calle, parque, salir, o la que se use cada vez que se le saca de casa a pasear. Imagine que el dueño generalmente emplea la palabra "parque". Si tal fuera el caso, se le podría pedir que ahora le diga a su perro la palabra "jardín". Cabe la posibilidad de que el dueño vea que la mascota responde de igual manera que cuando empleaba la palabra anterior. Esto daría base para que el dueño considere que su mascota no sólo entiende el idioma sino que además es muy inteligente pues entiende palabras sinónimas. Pero, no es así.           
  Usualmente, cuando se va a sacar al perro para que pasee, su dueño efectúa ciertas actividades previas que son similares o rutinarias, como puede ser el sacar una bolsa para recoger el excremento, coger la correa, hablarle de una manera particular, y hacerlo en horarios más o menos constantes. En el ejemplo anterior, ante la palabra jardín en lugar de "parque", el perro puede estar respondiendo a una o más de las señales que le brindan las actividades rutinarias de su amo, pero no por eso quiere decir que entiende la nueva palabra que se le dice. Si alguien quisiera hacer una prueba más fina para verificar que la mascota no entiende el lenguaje, se le puede pedir al dueño que en un horario desacostumbrado, y mientras hace algo totalmente desacostumbrado antes de sacar a la mascota, sólo diga la palabra jardín, sin hacer la misma inflexión que realiza cuando pronuncia la palabra parque. Si se hace de esa manera, es altamente probable que el perro no responda, esto es, que parezca no "entender" lo que se le dice.           
Otra prueba es pedirle a la mascota que haga algo que le sea novedoso. Por lo general, las actividades con las que se relaciona el dueño y la mascota, son rutinarias y esto es algo que la mascota sí puede aprender, pero eso no significa que entienda el lenguaje que emplea su dueño mientras realiza las acciones rutinarias. En todo caso, ¿Cómo se explicaría el comportamiento de los perros cuyos dueños son sordomudos y hacen las mismas o mejores cosas que los perros cuyos dueños sí hablan? Las mascotas, en tanto que no emplean el lenguaje, aunque lo parezcan, no son interlocutores. De hecho, nunca hablan, sólo reaccionan a los sonidos y actividades rutinarias que les son manifiestas y lo hacen sólo ante la ocurrencia de los sonidos (palabras) y de las acciones de su amo. El hecho de que el amo emplee palabras, no implica que éstas también lo sean para la mascota. El amo dice palabras, la mascota oye sonidos y tonos.           
¿Y los pericos? Algunas especies de esta familia de aves tienen una capacidad fonológica semejante a la del ser humano y para quienes consideran que el lenguaje no es exclusivo del ser humano, este caso es una prueba contundente de que los animales pueden hablar. En primer lugar, enfatizamos que dicha afirmación es falaz pues el hecho de que un tipo de ave parezca poder hablar, no implica que todos los animales sean capaces de hacerlo. Hay que considerar también a los gallos, elefantes, codornices, patos, osos, caballos, por ejemplo. En segundo lugar, ¿Quién ha oído que un perico genere nuevas palabras a partir de las que dice? Los infantes, en algún momento, llegan a decir "yo cabo en el sillón" y muchas otras composiciones pero esto no lo hace un perico. En tercer lugar, aun cuando el perico parezca contestar a lo que se le dice, si la persona que le habla le pregunta algo más, a partir de lo que dice, el perico posiblemente sólo repetirá lo que dijo antes, empleará las frases que dice generalmente pero que no tienen relación alguna con lo que se le dijo o bien se quedara callado. En un caso, esto equivaldría a que Pancracio, al ver a Genciano, le dijera: Hola, Genciano y éste respondiera: Hola, ¿Cómo estás? Acto seguido, Pancracio le dijera: Bien ¿Y tú? Y Genciano respondiera: Hola, ¿Cómo estas? Difícilmente Pancracio consideraría que está platicando con Genciano. Nadie sigue una conversación con su perico a menos que sea reiterativa y empleando muy pocas frases.          
  Aun cuando se argumenta que los pericos saben hablar, hasta donde se sabe, nadie o casi nadie platica con ellos, esperando que el perico les responda coherentemente a cada pregunta o planteamiento. Esta acción rutinaria y exigua, ¿Acaso es hablar? Desde el punto de vista de Kantor, esto no constituye un acto lingüístico ya que en realidad, cuando la persona habla, el referido (interlocutor) no existe y cuando el perico habla (sin ser referidor) la persona actúa como referido. 
3. Hablarse a sí mismo En la actualidad, la lectura se aprende leyendo en voz alta a fin de que el educador pueda constatar su práctica y el aprendizaje gradual. Una vez que el alumno aprende a leer, gradualmente se le enseña (se le obliga) a que lea silenciosamente. Consecuentemente, cuando la persona escribe algo, lo hace también en silencio. De esta forma, en la actualidad, el acto de leer y escribir se prescriben como prácticas silenciosas. Lo contrario será indicio para que la persona sea remitida a un psicólogo.           
En el ámbito cognoscitivo, a este aspecto generalmente se le ha nominado interiorización del lenguaje dando paso a lo que los participantes de esa aproximación, consideran como pensamiento. Pero en realidad, por prescripción, lo que ocurre es la silenciación. El cognoscitivismo va más allá considerando que lo que se habla (voz alta) es efecto de lo que se pensó (habla silente). Desde nuestra perspectiva, los dos actos constituyen el habla, uno en voz alta y el otro en silencio. Lo que se dice en silencio no necesariamente es la causa de lo que se dice en voz alta ni lo que se dice en voz alta es necesariamente efecto de lo que se dijo en silencio. Sin embargo, con esto no quiere decirse que ambas formas de hablar sean enteramente iguales pues existen grandes diferencias que se analizan en el subcaso de la autorreferencia de la función referencial (ver p. ).           
En caso de que alguien se hable a sí mismo, en el lenguaje coloquial y en la literatura tradicional se considera como pensamiento. Si lo hace en voz alta, estando solo, parece no haber problema. Pero cuando se encuentra rodeado de otras personas, aun cuando existe la frase: "estaba pensando en voz alta", si esto ocurre con frecuencia, puede ser un problema ya que se ha asociado estos actos a la demencia.           
Coloquialmente se dice que alguien piensa cuando no se le oye hablar. De acuerdo a esto, en algunos casos, alguien puede decir “Estaba pensando...” y enseguida dice algo que no se le había escuchado. En otro caso, un profesor puede preguntar algo y antes de que el alumno responda, le dice “piensa tu respuesta, no me la digas aún”. Una máxima dice: piensa antes de hablar. Otras situaciones se ejemplifican cuando alguien dice: a) Pensé decírtelo pero se me olvidó; b) Piensa lo que hiciste ayer: c) ¿Por qué hiciste eso? ¿No piensas o qué?; d) Me gusta pensar en mis amigos de la secundaria: e) Pienso que debería ser mejor; f) Piensas demasiado las cosas, lo que debes hacer es actuar; g) Hay que evitar los malos pensamientos, entre muchas otras expresiones.           
Si en todos los casos anteriores, donde está escrita la palabra “pensar”, se sustituyera por “decirse en silencio”, ¿Habría diferencia? La respuesta es: no. De hecho, el término pensar se usa coloquialmente en lugar de hablarse en silencio por lo cual, en la teoría interconductual, entre esta expresión coloquial y hablar, sólo existe la diferencia del modo en que ocurre, esto es, hablar en silencio y hablar en voz alta.            
Hablarse a sí mismo, de acuerdo al modelo kantoriano, implica que el referidor (hablante) y el referido (escucha), es la misma persona. Por tanto, hablarme a mí mismo, sea en silencio, en voz baja o en voz alta, es el mismo acto lingüístico. Sin embargo, el distinto modo en que puede ocurrir el habla, en voz alta o en silencio, implica componentes distintos. 
4. Hablar a personas que hablan un idioma desconocido
Posiblemente el lector haya visto la película Lost in Translation o Babel. En ambos casos, los personajes pertenecen a diferentes comunidades idiomáticas por lo que el lenguaje propio ante extraños, parece no ser vía de comunicación. Lo cual deriva en situaciones chuscas o conflictivas que lleva a problemas inesperados y difíciles de resolver, dado que existen limitadas formas de entendimiento.           
En una situación semejante, las personas recurrimos a los ademanes, como mover la cabeza de un lado a otro, aspecto que para algunos no se considera como otro modo del lenguaje. La forma en que una persona denota que no entiende lo que se dice puede consistir en levantar los hombros, abrir desmesuradamente los párpados mirando a quien le habla, fruncir hacia abajo los labios o cualesquier otra expresión facial o corporal que en la comunidad respectiva indique duda o desconocimiento.           
Ante la diferencia idiomática, las personas pueden interactuar lingüísticamente sólo mediante señas y ademanes pero todo o casi todo lo que digan oralmente no formará parte de un acto lingüístico ya que si bien existe el referidor (hablante), no existe referido (escucha), esto es, la persona no puede escuchar lo que se le está diciendo, sólo oye sonidos que le son ininteligibles para los cuales no existe una función de respuesta (ver p. ). En otras palabras, el oyente no puede hacer contacto funcional con lo que se le dice o en términos coloquiales: no entiende lo que se le dice. 
5. Hablar por teléfono
Imagine que una persona se encuentra hablando con otra que está en la misma habitación. Es usual que mientras se hablan, también se miren el uno al otro. Lo que hacen es, sin lugar a dudas, interactuar lingüísticamente pues hablan de algo (referente) y cuando uno habla (referidor), el otro escucha (referido). Imagine que por alguna razón, uno de ellos tiene que ir a la habitación contigua sin dejar de hablar, incrementando en todo caso el volumen de su voz. Debido a que cada uno está en una habitación diferente, no pueden verse, pero siguen hablando. Es importante notar que la definición de una interacción lingüística no incluye que los interlocutores se vean, por lo cual, ver o no ver al interlocutor son aspectos no pertinentes para la ocurrencia de un acto lingüístico.           
Con base en lo anterior, hablar por teléfono con otra persona, puede ser un acto lingüístico en tanto que existe un hablante (referidor), un escucha (referido) y un tema (referente) del que hablan.           
Debemos puntualizar que mientras dos personas platican y se ven, entonces puede ocurrir que no sólo se interactúe con lo que se dice oralmente, sino también con lo que se "dice" con el cuerpo y el rostro, lo cual implica la interacción simultánea con otro modo lingüístico (ver p. ) que es el gesturo-postural. Pero, cuando se habla con otra persona a la que no se le ve, la interacción lingüística está basada sólo en lo que se dicen las personas pues no hay acceso visual con el interlocutor. En este punto es importante indicar que los límites del campo interactivo (ver p. ), incluyen diferentes componentes en cada caso. En el primero es importante la visión, en el segundo, es límite es definido sólo de manera acústica. 
6. Hablar por la radio
[1] Es común escuchar por la radio que el(la) locutor(a)[2] en turno saluda a su audiencia; les pide que hablen por teléfono; les platica algo; les informa las últimas noticias; a veces les da consejos; agradece las llamadas recibidas; dedica canciones de parte de personas cuyo nombre proporciona; comenta y responde a emails que le acaban de enviar; platica a veces con el personal de cabina que controla la transmisión; a veces se escucha su plática con otra persona que está al teléfono; a veces se escucha la plática o discusión de el(la) locutor(a) con las personas que invitó y están en el estudio de radio; y muchas otras cosas similares. Todo indica que entre el(la) locutor(a) y su audiencia existe una buena y gran comunicación. Por otro lado, ¿El interlocutor interactúa lingüísticamente con su auditorio? La respuesta es no. La fundamentación de esta respuesta se expone enseguida.           
En primer lugar, hay que enfatizar que el análisis que se hace de estos eventos desde la cibernética y las ciencias de la comunicación, es correcto de acuerdo al objeto de estudio de tales disciplinas que se relacionan con la teoría de la información basada en un modelo matemático, formulado a finales de la década de los 50 del siglo anterior. La teoría versa sobre la medición de la información, su representación y la capacidad de los sistemas de comunicación para transmitir y procesar información.           
En este modelo matemático, los elementos de los sistemas de comunicación son el emisor, el receptor y el mensaje mismos que algunos, al considerar que son semejantes a las categorías del referidor, referido y referente, respectivamente, pueden suponer que el interconductismo sólo es la traducción de la teoría de la información o viceversa. Si se procede de esa manera, se sigue conservando un grave error conceptual que puede ilustrarse mediante el siguiente ejemplo.           
Diariamente Gunilda corre cinco kilómetros para mantenerse en buena condición física y le reclama a su pareja Leico que no haga lo mismo. Leico diariamente le argumenta que mientras ella corre, él revisa el periódico y sale a comprar leche fresca para desayunar. Suponiendo que los dos emplean aproximadamente el mismo tiempo para realizar estas actividades, llegan al acuerdo de que son iguales pues emplean el mismo tiempo. ¿Son iguales? Dado que el único elemento que están considerando como similar es el relativo al tiempo que tardan en desarrollar sus actividades, el problema desaparece. Si a la pareja le funciona su acuerdo está bien pero en el campo del conocimiento es un error dado que se puede suponer que los objetivos de Gunilda y los de Leico son diferentes. Cada uno podrá convivir con el otro pero eso no significa que sus actividades sean semejantes o equivalentes, esto es, que da lo mismo correr que leer el periódico y comprar leche. El interés, los procedimientos, los resultados, los fines y las circunstancias de ambas personas son tan diferentes que es un error suponer que son traducibles.           
De igual forma, aunque los términos empleados en la teoría de la información parecen traducibles o equivalentes a los empleados para analizar el comportamiento lingüístico, sus objetivos, procedimientos y resultados, hacen que ninguno de los términos equivalga a algún otro. No obstante, dado que algunas perspectivas de la psicología están basadas precisamente en los modelos de la comunicación, consecuentemente sostienen una conceptuación de lo psicológico basada en los mismos. Por esto, si se considera que tales modelos no pertenecen a la psicología, dicha conceptuación es incorrecta y el análisis derivado de tales modelos, no es de tipo psicológico.           
Con base en lo anterior, ahora se pueden analizar psicológicamente las interacciones lingüísticas de un(a) locutor(a) que en general, pueden resumirse en tres tipos. El primero de ellos, es cuando el(la) locutora "le habla a su auditorio". Esta es una expresión propia de las ciencias de la comunicación para referirse a este evento pero psicológicamente, dicha expresión debe reformularse en términos de que el(la) locutor(a) no le habla al auditorio, se habla a sí mismo(a), dirigiéndose al micrófono. El(la) interlocutor(a) no interactúa lingüísticamente con el auditorio al que no observa como escucha, no sabe quién es, no está presente, e incluso no tiene idea alguna de quién tiene prendida la radio y sintonizada en esa estación, a esa hora. Sin duda, ésta es una de las razones por las cuales un(a) buen(a) locutor(a) se distingue de otros, dada su habilidad para seguir hablando normalmente, aun cuando no existe un escucha (referido) a la vista. Como se decía antes, en este caso, el escucha es el(la) locutor(a). El(la) locutor puede imaginar que el micrófono "es el auditorio", y con ello, posiblemente pueda imaginar las reacciones de quien lo escucha. Pero, dado que las posibilidades de lo que supone un(a) locutor(a) estando frente al micrófono en la radio son múltiples, se pasará al siguiente aspecto.          
Un segundo tipo de interacción lingüística de un(a) locutor(a) es cuando alguien le habla por teléfono a la cabina, lo cual ya se analizó en el inciso anterior de esta sección.           
El tercer tipo de interacción lingüística ocurre cuando el(la) locutor(a) habla con las personas que controlan la transmisión y con los eventuales invitados que se presentan en el estudio de la radio. Estos casos pueden clasificarse como interacciones lingüísticas típicas biestimulacionales, esto es, en tanto se habla de algo (referente) y el referido (escucha) está presente, retroalimentando como escucha al que habla. 
7. Escribir a alguien que está ausente
Una persona que escribe algo está bajo dos fuentes de estimulación. Por un lado, está lo que escribe y por el otro, el escritor mismo que va leyendo y diciendo silenciosamente lo que está escribiendo. Esto quiere decir que el escritor es el referidor y referido por él mismo, respecto de lo que escribe.           
Como puede considerarse, éste es un caso particular del inciso 3 anterior, sólo que en esta circunstancia, la persona se habla a sí misma mediante la escritura que él mismo produce. Es interesante que en estos casos pueden ocurrir tres segmentos distintos. Uno de ellos ocurre cuando la persona va diciendo silenciosamente lo que escribe. Otro segmento consiste en que una vez que ha escrito algo, detiene la escritura y en silencio o en voz alta, se dice a sí mismo lo que va a escribir a continuación. El tercer caso sucede cuando el que escribe deja de hacerlo para leer en silencio o en voz alta lo que él escribió (ver inciso 9). 
8. Escribir una nota para acordarse de algo
El acto de escribir una nota de algo que se hará posteriormente, es un acto analizable de acuerdo al inciso anterior. El referidor y el referido es quien escribe la nota y el referente es lo que va a hacer en otro momento. La diferencia con el punto anterior es que en este caso se pretende que lo se escriba, afecte en un futuro a quien ahora lo escribe. En este hecho existen muchos planteamientos interesantes como son de la planeación, memoria, intencionalidad pero que salen de los objetivos de esta obra. En todo caso, recomendamos el análisis que de estos fenómenos hace Kantor en su obra de 1924-1926 y en 1975.  
9. "Chattear"

El parloteo (chatteo) que ha proliferado de manera impresionante, es un caso semejante al analizado en el inciso anterior. Los interlocutores, que en este caso escriben, no pueden verse por lo que el límite del campo se define por lo que escriben y lo que leen. En este caso, mientras se escribe, el escritor (referidor) interactúa con él mismo (referido) y con lo que escribe (referente), y cuando lee, interactúa con lo que escribió (referente) la otra persona, actuando él como lector (referido) que reproduce lo que lee (referidor).           
Una interpretación común de esto, es que la interacción de una persona se efectúa con el interlocutor pero esto requiere precisar que dicha interacción, en realidad no ocurre. En el momento en que se lee lo que el otro escribió, mientras se lee, la interacción directa no es con el interlocutor. La interacción directa es con el texto que se lee. Es claro que mientras se lee o se escribe, en este caso del parloteo, se está "pensando" en el interlocutor y esto puede inducir a que se considere que la interacción es directa con el interlocutor pero no es tal pues con lo que se interactúa directamente es con el texto. Una forma de respaldar esta afirmación es la siguiente. Supongamos que Melesio terminó de escribir algo a Córdula, con quien está parloteando (chatteando). Mientras Melesio escribe, ¿Qué es lo que hace Córdula? y ¿Qué es lo que hace Melesio mientras Córdula le responde? Sin duda, mientras Córdula responde y Melesio espera, la interacción entre ellos no es directa. La interacción ocurrirá una vez que el texto aparezca en la pantalla del otro, y Melesio interactúa con y a partir del texto escrito por Córdula, no interactúa con Córdula. Y lo mismo le ocurre a Córdula mientras Melesio contesta. No es sorprendente que mientras el otro contesta, quien espera la respuesta haga alguna otra cosa que no sea ver la pantalla en las que aparecen los textos que ambos han escrito. De hecho, en el parloteo, muchas personas aprovechan los tiempos de espera para navegar (surfear), ver otros materiales, ir al baño, tomar un sorbo de café, ver la televisión, contestar a su madre que les habló, responder al parloteo con otra persona distinta o incluso, hablarle por teléfono a alguien más.           
Otro ejemplo que ha dado pie a la invención de chistes y muchas situaciones inesperadas, ocurre cuando dos personas establecen contacto por medio del correo electrónico, sin conocerse físicamente. En dichos casos, cualesquiera de ellos puede escribir cualquier cosa que no corresponda con la realidad (por ejemplo: soy guapa, atractiva y simpática) pero quien recibe el mensaje, a partir del mismo se imagina a dicha persona con esas características dado que la interacción directa de ambos es con el texto, no con el interlocutor en persona.           
Este análisis ilustra una de las razones por las cuales es importante el concepto de límite del campo (ver p. ), aunque a algunos les parezca trivial. Es importante pues obliga a identificar con precisión cuáles son los OE con los que se está en contacto. En el caso del parloteo, los interlocutores están en contacto directo con los textos, no con la persona que produce los textos. 
10. Leer un texto (en voz alta o en silencio)
Por razones históricas que escapan a esta obra, es interesante ver que cuando se analiza la conducta lingüística, muchas veces el análisis considera sólo al habla oral y en algunas ocasiones, se incluye parcialmente a la escritura. Por lo cual, no es extraño encontrar teorías "particulares" al habla oral y por otro lado, teorías de la escritura que pueden o no compartir parcialmente algunas categorías, definiciones y análisis. Lo mismo ocurre en el caso de la lectura para la cual hay modelos teóricos que la analizan, sin hacer necesariamente contacto con las otras formas de la conducta lingüística como puede ser la escritura y el habla oral.           
Una característica teórica del enfoque interconductual es que todas las formas (modos) de la conducta lingüística se pueden analizar bajo las mismas categorías aun cuando Kantor (1975) se refirió en mayor medida a la forma oral.           
Así, para que la lectura de un texto, sea considerada como un acto lingüístico, el lector (referido) necesita hacer contacto con el texto de manera que sea él quien lo lea en voz alta o en silencio, actuando como si fuera el referidor y, por otro lado, interactuar con el tema que se aborda (referente).           
En tanto que quien escribió el texto no está presente, la persona que sólo lea el texto pero no lo haga como si fuera el autor, sólo estará texteando, esto es, repitiendo en voz alta o en silencio lo que está escrito y consecuentemente, se minimiza la posibilidad de que se haga contacto funcional (ver p. ) con lo que está escrito. Un buen ejemplo de esto puede ser cuando alguien, que sin saber latín, lee la frase ignoti nulla cupido [3]. Si tal es el caso, la persona sólo textea, pero no actúa como lo hizo el escritor original (Ovidio) y no puede entender lo que se dice y está escrito. 
11. Escuchar la radio
Al escuchar la radio, el escucha (referido) interactúa con la voz de alguien (referidor) que dice algo (referente). Al igual que en el caso del parloteo, la interacción no ocurre con la persona sino con la voz de esa persona y su límite de campo está dado por los elementos acústicos que provienen de la radio. Pero a diferencia del parloteo, en el caso de escuchar la radio, la única posibilidad de interactuar con el interlocutor, puede darse mediante vía telefónica y en ese caso, se estaría considerando el caso descrito en el inciso 5 de esta sección. Puede ser que alguien argumente que la interacción se da entre el escucha y el que habla por la radio pero esto, aunque es una forma coloquial de hablar, es impreciso en tanto que la interacción ocurre entre el escucha y la voz de quien habla. Una forma de comprobar esto es que cuando se oye la voz de un locutor por la radio, el escucha puede imaginarse a la persona, pero sólo puede hacer eso a partir de la voz. Es frecuente que la persona imagine cuál es el aspecto físico de alguien sólo a partir de su voz. Y grande es la sorpresa cuando tiene la oportunidad de ver a la persona ya que generalmente no corresponde lo que se había imaginado y la apariencia que en realidad tiene.           
Posiblemente, en estos casos, la imagen que hace el escucha, a partir de la voz de la persona a la que no ve ni conoce, la hace a partir de su experiencia, relacionándose la voz que oye con la apariencia que tienen las personas a las que sí ha visto y oído. Con relación a esto, en España ocurre un caso interesante. Generalmente las películas que se proyectan en ese país están dobladas al castellano y grande es la sorpresa cuando los españoles oyen la voz original de los actores cuando ven una película sin doblaje pues la voz no parece corresponder a la persona que habían visto antes. En el mismo sentido, los mexicanos que van al cine en España, se sorprenden cuando oyen que un actor o actriz cuya voz original conocen, dice "Pero qué buena está la tía". En este caso no sólo es la voz la que cambia, sino las expresiones idiomáticas propias de la región.             Cuando se escucha la radio, lo que se dice puede que afecte al escucha pero haga lo que haga éste, eso no afecta al que habla, dado que la posibilidad de ese intercambio no existe al no estar presente el que habla. Quien escucha interactúa sólo con la voz del que habla. 
12. Ver y escuchar un programa de televisión
Cuando se observa y se escucha un programa de televisión, además de presentarse las mismas circunstancias que en el caso anterior, los límites del campo de interacción se amplían gracias a la visión que se tiene de lo que se transmite. Quien habla (referidor) está presente pero sólo de manera virtual gracias a la electrónica y el escucha-observador es puesto en contacto con lo que se dice (referente) además de que puede observar lo que se refiere. Como puede considerarse, en este caso, la interacción del televidente es con la imagen y con la voz de la persona que habla.           
Respecto a la interacción como observador, es necesario describir dos casos que pueden ocurrir. En una circunstancia, el que habla (que puede ser más de uno) se refiere a uno o más aspectos presentes en la situación. Por ejemplo, el locutor-actor se refiere a un barco que aparece virtualmente en la pantalla. Cuando esto ocurre, lo que se observa forma parte de lo que se dice (referente). Pero en otro caso, el lugar en el que está el locutor-actor, simplemente es un escenario que no forma parte de lo que se dice, esto es, se muestra la ubicación de la persona que habla pero el lugar en el que lo hace no forma parte del referente. Esto ocurre por ejemplo, si dos personas caminan por la calle y van platicando de algo que les ocurrió en otro lugar. Como puede considerarse, esta plática podría ocurrir en muchos lugares pues la ubicación no forma parte de lo que platican. 
13. Escuchar el maullido, ladrido o "voz" de una mascota
Para muchas personas, los ruidos que hacen los animales (a veces se les llama voces) forman parte de su lenguaje y con ello asumen que los animales se comunican entre ellos y a veces pueden hacerlo recíprocamente con el ser humano. En el interconductismo, el acto lingüístico además de ser biestimulacional (interactuar con el referido y con el referente), tiene la característica de ser convencional, esto es, un producto de la convención entre humanos. ¿A qué se refiere "convención"?           
Para pedir un vaso con agua en México empleamos el castellano. En Japón, Grecia, Ecuador, Indonesia, Berlín y cualquier otro país cuyo idioma es diferente, se debe pedir el vaso con agua en el idioma de esa región o nación. De manera muy simplificada, podemos considerar que en tiempos muy antiguos, dadas las restricciones de comunicación que había entre las personas de diferentes partes del planeta, cada comunidad fue generando vocablos propios que dieron origen a una lengua particular. La adopción de términos arbitrarios, mediante diversas circunstancias como la conveniencia, imitación o imposición, entre algunas otras, implicó una especie de “acuerdo” respecto a qué palabra se empleaba para cada objeto o evento con los que interactuaban en su hábitat. Si bien, en mayor o menor medida, los seres humanos tuvieron relación con la tierra, el aire, el fuego y el agua, las palabras generadas para esos eventos son parcial o totalmente diferentes en los países antes mencionados. Ante esto, resaltan las dos siguientes preguntas.           
¿Por qué entre las diferentes comunidades se tienen diferentes vocablos si la interacción ocurría con los mismos objetos? La respuesta está precisamente en la convención, en muchos casos no explícita, que hicieron quienes gradualmente generaron cada lengua. En algunos casos, esto explica porqué los idiomas pueden tener palabras tan diferentes entre sí, aunque haya algunas similitudes en el caso de que sean lenguas de la misma familia (tanke: thanks o signore: señor, por ejemplo) y por otros accidentes que sería largo describir y no es objeto de esta obra. El hecho es que en idiomas distintos, pueden existir palabras parcial o totalmente diferentes para las mismas interacciones con los mismos objetos y eventos.           
La segunda cuestión es: ¿Porqué los individuos de diferentes generaciones, pertenecientes a una misma comunidad, emplean aproximadamente los mismos términos? Nuevamente, la respuesta está en la convención que en algún momento los integrantes de esa comunidad hicieron para nominar algo. Esto no implica que los integrantes de una comunidad se hayan reunido para votar, acordar o convenir cómo nominar algún objeto o evento. Los inicios del lenguaje fueron mucho más simples, como anota Bernal (1954):
Desde sus comienzos mismos, el lenguaje debe de haber sido casi enteramente arbitrario y convencional. En cada comunidad separada, el significado de los sonidos tuvo que conquistar aceptación y ser fijado por la tradición en un lenguaje completo y capaz de referirse a la totalidad de la vida material y social. Por esta misma razón, los lenguajes son tan diversos como es universal el lenguaje. (p. 90).           
Continuando con la exposición, seguramente se han visto películas filmadas en países que tienen idiomas muy diferentes al propio y posiblemente en algunas de ellas han salido perros y gatos, ladrando o maullando. ¿Existe alguna diferencia entre el maullido de un gato que vive en Tokio del que vive en Atenas, Quito, Jakarta, Berlín o en cualquier otra ciudad con lengua diferente? Salvo excepciones que pueden ser producto de un amaestramiento sofisticado, todos los animales del mundo que pertenezcan a la misma especie, producen ruidos ("voces") que son prácticamente los mismos. Este es otro argumento de que los animales no se comportan lingüísticamente en tanto que lo que "dicen", no es producto de una convención. Las "voces" de los animales corresponden a sus características biológicas que en este caso, son muy similares. En este sentido, en las mismas películas de países con diferentes idiomas, se puede observar que las personas comen de manera muy similar en cuanto a dicha función digestiva se refiere. Por supuesto, se observa que posiblemente comen alimentos muy diferentes pero cualesquiera que sean éstos, se ingieren por la boca, se mastican y se degluten. En estos actos no hay convenciones y si existen, sólo afectan a la forma en que ocurren, no afectan la ocurrencia misma.           
Es usual que un perro ladre cuando un extraño se acerca a la casa o si ve un gato en la calle. Si el dueño está en otra habitación, a partir del ladrido, no sabe específicamente porqué ladra su perro ya que el ladrido en ambos casos puede ser el mismo. De hecho, el perro al ladrar, no está interactuando biestimulacionamente. Ladra ante la aparición de la persona que se acerca y en otro momento, ladra ante el gato pero sería muy debatible argumentar que ladra para que éstos le contesten. De acuerdo a la teoría interconductual, es un error conceptual considerar que el perro actúa como referidor y que el dueño, la persona que se aproxima o el gato, en cada caso, son los referidos. Si se siguiera en ese error, todavía habría que aclarar cuál es el referente. Simplemente, el referente no existe porque el perro no tiene posibilidad para ello, en caso contrario, al oír el primer ladrido, sin necesidad de que se asomara su dueño le diría: Orso, te agradezco que me digas que alguien viene. En el segundo caso, diría: Cállate y deja de decirme que hay un gato allá afuera.           
En resumen, desde la perspectiva interconductual, los ruidos de los animales no son actos lingüísticos por dos razones. La primera es que el animal al producir su ruido, no interactúa biestimulacionalmente, esto es, con un referido (escucha) y un referente (contenido). La segunda razón es que dicho ruidos no son producto de una convención.           
Obviamente, muchas personas que tienen una o más mascotas, hablan maravillas de sus animales, cuentan historias inverosímiles, afirman que son muy inteligentes, que perciben mejor que los humanos, que se dan a entender de manera exitosa y que en general entienden lo que su amo les dice. Si se analiza con cuidado, es interesante notar que gran parte de estas afirmaciones se refieren a actos que la mascota hace o deja de hacer cuando su amo les habla y que son efecto de instrucciones específicas y repetitivas (salte, dame la pata, siéntate, échate, come, quieto, etc.). ¿Alguien ha escuchado que una persona narre que su mascota se rió cuando le contó un chiste? ¿O que le responda cuando se le pregunta si alguien vino a casa o habló por teléfono en su ausencia? Ninguna mascota distingue los lunes de los jueves y si distingue los sábados y los domingos, lo hace posiblemente a partir de las diferentes actividades que su amo realiza en esos días. Pero la mascota sigue sin distinguir los días de la semana. 
14. Escuchar el ruido de un objeto que se rompe
Una persona puede identificar cuando se quiebra algo de cristal sin estar frente al objeto que se rompe. La forma en la cual esa persona identifica el ruido es principalmente gracias a dos vías. Una de ellas consiste en haber estado frente a objetos de cristal que se rompen y oye el ruido que producen. Otra forma ocurre cuando al oír un ruido, otra persona le dice que se rompió algo de cristal. Ambas experiencias facilitan que en un momento dado se pueda identificar el ruido de un cristal que se rompe sin estar en la situación frente al objeto. El acto de escuchar el ruido de un objeto que se rompe, identificando qué es o de qué material está hecho, es un acto lingüístico si el escucha (el referido) actúa consigo mismo como referidor al decirse “es un cristal”, lo cual es el referente. Un error grave es querer identificar al objeto que se rompe como referidor ya que los objetos, al igual que los animales, no se comportan lingüísticamente. El que puede actuar lingüísticamente es la persona al hablarse a sí mismo respecto de las acciones de los objetos y de los animales.           
Los 13 casos anteriores pueden parecer disímbolos y para analizarlos habría que recurrir de manera aislada a microteorías relativas al habla oral, a la lectura, a la escritura o a la acción de escuchar. En este sentido resalta la consistencia lógica de la teoría interconductual para analizarlos, empleando las mismas categorías.


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