(Ginebra, 1857-id., 1913) Lingüista suizo. Estudió sánscrito en Leipzig, bajo el influjo de la escuela de neogramáticos, que pretendía renovar los métodos del estudio de la gramática comparada. En 1879 publicó con éxito una Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales en las lenguas indoeuropeas, y un año después leyó su tesis doctoral, Sobre el empleo del genitivo absoluto en sánscrito (1880), a partir de lo cual fue nombrado profesor de gramática comparada en la École des Hauts Études de París, y participó activamente en los trabajos de la Sociedad lingüística.
En 1891 regresó a Ginebra, donde fue profesor de sánscrito y, entre 1907 y 1910, de gramática comparada y de lingüística general. Fueron sus discípulos C. Bally y A. Séchehaye quienes publicaron su Curso de lingüística general (1916), una síntesis de sus tres últimos años como profesor extraída a partir de los apuntes de clase.
A pesar de que la repercusión de dicha obra no fue inmediata, sí resultó decisiva para el desarrollo de la lingüística en el siglo XX. A sus lecciones se deben una serie de distinciones fundamentales, tales como la de lengua (sistema ideal y social) y habla (realización concreta, individual), pero sobre todo su definición de signo como entidad psíquica formada por un significante y un significado, los cuales serían inseparables.
Para Saussure el campo de la lingüística está compuesto por todas las manifestaciones del lenguaje humano, todas las formas expresivas, sin discriminar entre “buenos” y “malos usos” y sin considerar el grado de civilización de sus hablantes. La tarea de la lingüística es por tanto realizar la descripción e historia de todas las lenguas, encontrar los principios generales de sus funcionamientos y, fundamentalmente, deslindarse y definirse ella misma.
lingüística: lengua y habla
Saussure distingue en primer lugar una facultad lingüística general, que nos da la naturaleza como especie y que nos permite “el ejercicio del lenguaje”. Pero, ¿cuál es el objeto de la lingüística? El lenguaje es “multiforme y heteróclito”, susceptible de ser analizado desde muy distintas perspectivas (física, fisiológica, psíquica, individual, social), tiene carácter estático pero dinámico, actual y simultáneamente pasado. Para construir un objeto de estudio que confiera a la lingüística el carácter de ciencia, Saussure acuña la dicotomía lengua y habla. Lengua y habla son dos aspectos –esencialmente distintos- del lenguaje. Influido fuertemente por el pensamiento del sociólogo y antropólogo E. Durkheim (1858-1917), define la lengua como un “hecho social”, un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones, adoptadas por la comunidad, para permitir el ejercicio de la facultad lingüística entre los individuos.
Para avanzar en la delimitación, Saussure parte de un esquema elemental del acto individual de comunicación: el punto de partida es el cerebro del hablante, en el que se produce el encuentro entre el concepto (los conceptos son definidos como hechos de conciencia) y la imagen acústica (las representaciones de los signos lingüísticos que sirven para su expresión). Saussure delimita en el acto de comunicación los aspectos físicos (ondas sonoras), los fisiológicos (fonación y audición) y los psíquicos (la unión de conceptos e imágenes verbales). Añade a las fases del circuito comunicativo una “facultad de asociación y coordinación” que desempeña el papel principal en la organización de la lengua como sistema y que se pone en juego cada vez que no se trate de signos aislados.
El lugar de la lengua se ubica en el cerebro de los hablantes, en la suma de imágenes verbales y sus correspondientes conceptos almacenada en todos los individuos. La lengua es un tesoro depositado por la práctica del habla en todos los sujetos que pertenecen a la misma comunidad; se trata de un sistema virtualmente existente en el conjunto de los individuos. En efecto, la lengua es esencialmente social, nunca está completa en el cerebro individual y es “exterior” al individuo.
Por otra parte, es un producto que se registra pasivamente; el individuo no puede por sí mismo crearla ni modificarla: es homologable a una especie de contrato establecido en la comunidad y para conocer su funcionamiento es preciso realizar una tarea de aprendizaje. Es, por eso, un hecho histórico. Por el contrario el habla tiene un carácter esencialmente individual: se trata de un acto de voluntad e inteligencia de los hablantes; tiene un carácter “más o menos accidental”, incluye los aspectos físicos y fisiológicos, y contrariamente a la lengua es algo “accesorio” (un individuo privado del habla por determinada patología puede seguir poseyendo su lengua).
La lengua, si bien es un objeto psíquico, tiene naturaleza concreta, dado que los signos tienen un lugar real en el cerebro y son representables mediante imágenes convencionales. Un diccionario y una gramática pueden ser una representación fiel de una lengua. La lengua, sostiene Saussure, es forma y nosustancia, es el terreno de las articulaciones entre el plano de los conceptos y de la sustancia fónica.
De esta manera, Saussure consigue construir un objeto de estudio homogéneo, distinto del habla, que puede estudiarse separadamente: un sistema de signos en el que es esencial la unión del sentido y la imagen acústica. Puede concluirse entonces que la teoría saussureana otorga al léxico (en tanto conjunto de signos) un carácter esencial en el sistema de la lengua.
Saussure considera que la lingüística es una parte de la semiología, “la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social”, y define como tarea del lingüista determinar por qué la lengua es un sistema especial de signos dentro del conjunto de hechos semiológicos. De esta manera la lingüística es una subdisiciplina dentro de la psicología social y, en última instancia, de la psicología.
El signo lingüístico
El signo lingüístico consiste en una asociación entre el concepto y la imagen acústica, se trata de una delimitación convencional en una masa amorfa de contenido (“una nebulosa”) de cierta significación, mediante una forma lingüística: sólo pueden distinguirse conceptos en virtud de su estar ligados a un significante particular. La lengua oficia así de intermediaria entre el pensamiento y el sonido.
El signo lingüístico es una entidad psicológica de dos caras, que Saussure denomina significado y significante (para el concepto y la imagen acústica, respectivamente) de manera de trasmitir la unidad indisoluble que conforma el signo como totalidad.
Significado y significante están en una relación de interdependencia; el vínculo entre ellos es arbitrario, es decir, inmotivado: no hay razón para que a determinado significado le corresponda determinado significante y viceversa, hecho que prueba la existencia misma de distintas lenguas naturales (para un mismo significado, en español: mesa de luz; francés: nuittable; inglés: nighttable; alemán: Nachttisch; nótese además que el español conceptualiza de manera distinta de las demás lenguas esa significación).
Por otra parte, el signo lingüístico es lineal debido al carácter auditivo del significante: tiene lugar necesariamente en la dimensión tiempo y asume sus características (representa una extensión mensurable).
s elementos del significante se disponen secuencialmente y forman una cadena, lo cual es evidente en la escritura.
El signo lingüístico es inmutable en relación con el individuo y la masa hablante que lo emplea: la lengua es siempre herencia de una época precedente, es “la carta forzada” y por tanto no puede cambiarse por la libre voluntad.
Sin embargo, en relación con la dimensión tiempo, el signo lingüístico es mutable, puesto que es susceptible de alteración tanto en el plano del significante como del significado
http://teresadejesus.wordpress.com/2010/01/23/linguisticalengua-y-habla/
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